jueves, 7 de junio de 2007

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Discurso en el Congreso Iberoamericano de Seguridad Social.


Señores congresistas:

Antes de cerrar esta sesión inaugural del Congreso Iberoamericano de Seguridad Social deseo dar la bienvenida a todos los congresistas aquí reunidos y agradecer las palabras de los señores ministros de los países iberoamericanos, a los que la Nación entera corresponde con la emoción de la vieja Madre al ver reunidas a estas lucidas representaciones de los pueblos de América con la inquietud puesta en una seguridad y en la mejora social de nuestros hermanos de allende los mares.

La inquietud común que aquí os ha congregado indica la trascendencia de las materias sobre las que vais a deliberar. Si los esfuerzos desarrollados durante medio siglo en Congresos y Asociaciones internacionales para el logro de una seguridad y mejora sociales han carecido hasta hoy de eficacia, hemos de reconocer que lo fué por haberse convertido en instrumentos políticos al servicio de las pasiones y de las ambiciones de los hombres y haber faltado aquel espíritu de servicio y buena voluntad que hoy nos reúne en este viejo solar de la Madre hispana. El signo católico que caracteriza a la civilización y a la vida de nuestros pueblos y la ausencia de malicias políticas y el espíritu de servicio a la verdad que aquí quiere reinar constituyen el mejor heraldo de la fecundidad de vuestras tareas.

La amenaza que sobre el mundo civilizado hoy se cierne, podemos asegurar que disminuiría de importancia si se enfrentase con un mundo con solidez social; pero mucha más gravedad que la amenaza materialista entraña el vacío social con que ésta se enfrenta y que, por abandono de los demás, flote en el ambiente la ilusión engañosa de una esperanza que el comunismo no puede ni quiere resolver.

Vuestra presencia en nuestra Nación os va a permitir apreciar por vosotros mismos el esfuerzo titánico en estos diez años desarrollado para el logro de una mejora y de una seguridad sociales en nuestra Patria. Si la gran crisis internacional y particular por que nuestra Nación pasa ha podido desvirtuar en una parte la obra de seguridad y de mejora social ya establecidas, hemos de pensar lo que hubiera sido de nuestra Nación sin las leyes y previsiones que en servicio de la seguridad social se han promulgado, y que han permitido que, pese a la grave situación por que el mundo y nuestra Nación han pasado, hayamos logrado que los índices de mortalidad sean los más bajos que en su historia nuestra Patria registra.

Dos aspectos caracterizan a la vida política de las naciones: uno lo constituye el factor social, que imprime su carácter a toda nuestra era; otro, la vida de relación entre los pueblos, que, rebasando las murallas de las viejas fronteras, los hace solidarios en las inquietudes. en las miserias o en el bienestar. Si en los últimos tiempos pudieron dividirse las naciones en Estados sociales y Estados liberales, todo lo político se está convirtiendo en social y no pasarán muchos años sin que las fórmulas sociales sean grabadas en el frontispicio de los modernos Estados.

Los pueblos aparecen fuertemente ligados por lazos económicos; la necesidad de sus intercambios comerciales se traduce en relaciones más intimas, en concurrencia en los mercados, que demandan una inteligencia en el campo de lo social que evite que más deberes y cargas sociales arroje sobre la producción. La mano de obra de los pueblos coloniales, la de los prisioneros o bajo regímenes de esclavitud viene creando ya competencias desleales, que muchas veces impiden el progreso social de los trabajadores.

Si existe un derecho a la justicia, existe también una realidad económica. Habrá, sin duda, casos países en que los márgenes económicos sean tan amplios que la seguridad y las mejoras sociales sean fáciles de realizar con poco esfuerzo; mas cuando la base económica es precaria y la marcha normal de las empresas no lo permite hay que acudir a medios indirectos para que aquélla mejora pueda realizarse.

La realización de una mejora y de una seguridad sociales no sólo requiere una amplia base económica, sino que ésta, además de estable, sea progresiva y que no quede abandonada al apasionamiento que los abusos del capitalismo ha venido creando entre las clases muy numerosas. Una cosa es que se supriman los abusos del capitalismo y otra muy distinta que se desconozca la función económico social que el capital desempeña en el progreso económico.

La reacción contra los abusos de un siglo capitalista ha traído como consecuencia el que se pretenda hacer tabla rasa de las leyes económicas, que de realizarse sumirían al mundo en las mismas miserias en que por destruirlas vivió la Rusia comunista cerca de treinta años. El que el capitalismo pretenda, por otra parte, aprovecharse de ese fracaso explotando la ignorancia de las masas en lo económico, para llevar de nuevo el agua a su molino, sería la colaboración más grande que pudiera hacerse al comunismo internacional.

Aceptados en la legislación de la casi totalidad de las naciones los deberes que el capital está llamado a cumplir en el servicio de la nación y del bien general de los nacionales, se sentó la piedra básica del edificio social que hemos de construir; pero que si rebasando las fronteras, lo trasladamos al plano superior de lo internacional, nos llevará al reconocimiento de los deberes que las naciones más ricas y poderosas tienen respecto a los pueblos más pobres y necesitados. Gran parte de las inquietudes que sobre el mundo se ciernen llegarían a desaparecer si ese sentido de lo social y de la solidaridad renaciese entre los pueblos y se ayudasen para realizar los objetivos mínimos de esa estabilidad y seguridad social de los humanos, para la que con buena voluntad aquí os habéis reunido.

Porque de este modo lo consideramos hemos llegado a definir nuestro Estado como un Estado social, y que en la misma forma que es aceptado en la mayoría de las naciones que todos los recursos de un país estén adscritos a su defensa cuando la suerte de la patria está en peligro, lo mismo establecemos para la seguridad social, en que todos los bienes de la Nación, en la forma que reglamentan las leyes, quedan adscritos a la seguridad social de cuantos integran nuestra Patria. En este orden cada nación es un complejo con sus características y necesidades, mas los principios son los mismos, y cualesquiera que sean nuestras particularidades, es seguro que coincidimos en lo principal, que es la inquietud común por llevar a los hombres, con una , mayor espiritualidad, la seguridad, el pan y la justicia.

23 de mayo de 1951.

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